Relato erótico titulado:
"Peluquera con sed"

Esto me pasó hace unos años, yo debía tener 27 más o menos. Estaba en mi mejor momento, nunca fui flaco pero sí grandote, de espalda ancha y brazos fuertes aunque no marcados. En fin, estaba como quería.
En ese momento me tocaba recorrer la Capital de punta a punta por trabajo, entregando mercadería en varios locales comerciales, pero me movía mucho por el Centro, Once, Congreso, toda esa zona de Buenos Aires.
Un día terminé mi recorrido por la zona de Once y decidí buscar una peluquería para cortarme el pelo, como al pasar. Caminé algunas cuadras por las cercanías de la estación de tren y finalmente encontré una peluquería no muy grande, bien puesta pero nada del otro mundo. Bien de barrio, digamos. Eran cerca de las 18:30 cuando entré -el cartelito de la entrada decía que cerraba a las 19- pero al ingresar no vi a nadie.
Al pasar la puerta hizo un ruido tipo alarma, un beep cortito que avisaba que alguien entraba. Unos segundos después, desde un cuartito del fondo apareció la que supuse era la dueña del local. Una morocha grandota, de piernas y culo bien carnoso y buenas tetas, todo sostenido y levantado por un vestido negro bien ceñido al cuerpo, que, como dije, era más bien robusto pero con gracia. El vestido no era vulgar ni mucho menos, si bien resaltaba su figura, no tenía un escote pronunciado, tenía mangas cortas hasta la mitad del biceps que estilizaban sus brazos femeninos a pesar de no ser pequeños. De cara era más bien bonita, ojos marrones muy oscuros, pelo suelto un poco rebelde, poco maquillaje pero que resltaba muy bien sus rasgos. El vestido terminaba en una pollera apenas por encima de la rodilla. Se notaba que era elastizado porque se adaptaba a cada movimiento de la peluquera, que se acortaba con gracia los pocos metros de distancia que había entre ella y yo.
-Hola! Bienvenido, querés pasar por acá? -me dijo señalándome una silla.
-Hola, sí claro, vine a cortarme el pelo -respondí, torpemente. No esperaba encontrarme con una travesti y mucho menos una tan atractiva.
-Sí, me imaginé que venías a cortarte el pelo ya que es una peluquería -me respondió con gracia.
Sonreí y me senté. Me preguntó el nombre, me dijo que se llamaba Sabrina, que era salteña y que hace algunos años tenía la peluquería. Comenzó a cortarme -no lo tenía muy largo así que más que nada era emprolijar y cortar poco- y ambos notamos que había cierta tensión sexual. Le hice varios chistes, respondió a todos, me elogiaba los brazos, me decía que le gustaban los hombres fuertes y grandotes (mido 1,83, ella debía medir unos 10cm menos). La cosa es que aprovechaba toda ocasión posible para tocarme ya sea en el hombro, la cabeza, los brazos. Yo estaba preso bajo el clásico delantal de peluquería para que el pelo no cayera sobre mi ropa. En un momento, parte del pelo cortado quedó ubicado bastante cerca de mi entrepierna. Ella suavamente lo empujó con su mano hacia el piso, como quien empuja polvo con el revés de su mano. Pero lo hizo poniendo un poco de presión hacia abajo, con lo cual me toco el amigo, de manera suave pero firme, y claramente adrede.
Yo ya estaba más que caliente por todo el toqueteo, la charla y la imagen de esa peluquera hermosa frente a mí, que me tenía casi como un rehén de su seducción en esa silla. Tras ese toqueteo poco sutil, mi muñeco reaccion´+o al instante y se notaba claramente mi erección sobre el delantal blanco, ya que tenía un pantalón muy suelto. Ella lo notó, y también notó que yo comencé a mirar a la puerta, a través del espejo, ya que yo estaba de espaldas a la calle y un poco me ponía nervioso el saber que alguien podía entrar en cualquier momento y verme en ese estado.
Sabrina se dio cuenta, fue hasta la puerta y la cerró con llave a la vez que corría la cortina para que no se vea para adentro y puso el cartel de Cerrado. Ya éramos libres.
Ella volvió a terminar su trabajo -apenas faltaba limpiar y pasarme el cepillo ese que te saca los pelos del cuello. Cuando lo hizo, sin mediar palabra rápidamente revoleó el delantal al suelo y me encajó un beso impresionante a la vez que me manoteaba la pija, que ya estaba a pleno en sus 19x8, bien gruesa, estaba que explotaba.
-Mmm qué lindo esto, y justo que andaba con sed! -Dijo ella, mientras liberaba mi muñeco de su encierro. Yo trataba de abarcar ese culazo con mi mano, algo imposible por su tamaño, pero terminé levantándole el vestido y metiendo mano por todo su culo, sus hermosas piernas y su cola entangada.
En esa posición, ella parada y de costado, comenzó a hacerme un pete de novela, de los mejores que recuerde. Estaba tan caliente que le acabé en la boca a los 5 minutos. Después de limpiarme la pija bien con su boquita sin dejar escapar una gota, me miró, se tragó todo y me sonrió. Le pagué y me fui.
-Volvé cuando quieras mi amor -me dijo cuando me iba.