Relato erótico titulado: "El hombre que cambió mi vida 1"
Relato erótico acerca de travestis, fantasias de transexuales y chicas trans enviado por Nicole
Vengo a contarles como cambio mi vida cuando conocí a un hombre.
Arranco diciendo que me llamo Nicole. Tengo 27. Soy rubia natural, pero uso el pelo varios tonos más claro que mi color. Tengo ojos azules y una cara bonita, después de algunas cirugías. Tengo pómulos altos y labios carnosos.
Miro 1,79, altura que hace que no pueda usar tacos con algunos hombres. Mis medidas son 98-58-100, tetas hechas. Mi orgullo son mis piernas, largas y bien formadas. Me encanta usar faldas cortas y bucaneras para resaltarlas. Mi pija mide sus buenos 17 cm, pero no es tan ancha. Siempre me ha gustado ser pasiva pero no tengo problema en ser activa también.
Trabajo como prostituta desde los 17 en zona oeste de GBA. Sé que no soy la más llamativa o seductora de algunas páginas de escorts, pero durante muchos años he ido viviendo bien con algunos clientes fijos y otros más esporádicos. Esta historia empieza cuando lo conocí a Juan.
Juan tiene 46. Es alto, morocho (con algunas canas) y de rasgos morenos. Tiene los ojos negros un poco achinados y pómulos altos. Tiene espalda ancha, brazos y piernas musculosas y vientre plano. Desde la primera vez que lo vi se notaba que le daba mucha importancia al aspecto físico. Usaba chupines, camisa entallada y lentes de sol.
Vino un día cualquiera a verme por la tarde. Era un cliente cualquiera más al que le pasé la ubicación. Me preparé como siempre, con lencería, perfume y maquillaje. Cuando llegó me impactó su físico y lo profundo de su voz. Era un macho envidiable y le comí la boca apenas cruzó mi puerta. Tenía anillo de casado pero, como siempre, ese no es mi problema.
Me cogió delicioso. Su pija no era tan grande, no era más grande que la mía, pero era un macho fuerte y potente, que me embistió su piedad desde atrás. También me gustaba mucho besar y toquetearme las tetas y la pija. El momento más rico fue cuando me juntó el pelo en una colita y me dio duro en cuatro. Casi me hace acabar sin siquiera tocarme.
Después de coger charlamos un rato. Me contó que era del interior, que estaba en Buenos Aires por negocios y se hospedaba en Capital. Me dijo que había visto mi anuncio y había fantaseado mucho conmigo. Se había venido en taxi, lo que le debió costar bastante plata y tiempo. Me sentí muy halagada de que se hubiera fijado en mí a pesar de lo lejos y de que hay otras trans más “top” en Capital.
Volvimos a coger de nuevo. Esta vez me la chupó un rato. Me dijo que era la primera vez que chupaba una pija pero lo hizo como si fuera un experto. Claro, a todo hombre se la han chupado muchas veces y conoce la técnica por lo menos de verla. Después me cogió acostada, con las piernas en sus hombros mientras me pajeaba. Esta vez, a pesar de mis protestas porque tenía que seguir trabajando, me hizo acabar, dejando la lechita en mi pancita y mis tetas.
Pasaron unos meses y volvió a escribirme. Vino a verme y me llevo a un telo cercano. Esta vez había venido a Buenos Aires manejando. Me impresionó el tamaño y lujo de su camioneta. Saber que tenía plata me calentó todavía más.
Yo tenía un conjunto de lencería rosado debajo de un tapado, tacos y nada más. Él tenía un jean, camisa y zapatillas. Me comió la boca apenas me subí y llevó la mano encima de mi pierna todo el trayecto.
Cogimos tres veces. La primera me subí encima suyo y lo cabalgué delicioso y acabamos por atrás, yo en cuatro patas con sus manos en mis tetas. La segunda fue en uno de los sillones que quedaba frente a un espejo. Me excité tanto con la imagen de él, musculoso y fuerte, detrás de mí que me rendí y me masturbé hasta acabar.
La última vez fue en la ducha. Mientras nos enjabonábamos el uno al otro me chupó las tetas y la pija y después me cogió de parados, con las manos apoyadas en la pared. Fue todo tan erótico, con el agua caliente y lo rico que estaba, que acabe de nuevo.
Cuando me dejó en mi casa estaba destruida, cogida y feliz. Estaba tan ida cuando me bajé de la camioneta que el conjunto de lencería lo llevaba en la mano e iba con el tapado abierto a medias. No me importaba nada.
Volví a verlo muchos meses después. Aunque una vez me habló para comprarme contenido erótico y me mandó un videíto suyo pajeándose.
Esa vez me invitó a su hotel. Era un cinco estrellas en plena calle Corrientes. Tuve que ir muy arreglada y discreta, a pedido de él. Me puse un jean, unas sandalias con poco taco y una remera de algodón gris. En mi cartera llevaba el maquillaje y la lencería que a él tanto le gustaba.
Cogimos dos veces y me quedé a dormir con él. La primera me cogió en cuatro contra el cabezal de la mana y la segunda acostada en un sillón mientras me sostenía las piernas. Después nos quedamos charlando, franeleando un poco y tomamos unos tragos que pedimos por servicio a la habitación.
Al día siguiente incluso me invitó a desayunar y nos despedimos con un beso apasionado en la puerta de mi taxi. Me costaba admitirlo, pero me estaba enamorando un poco de esa combinación de macho guarro y violento, y caballero romántico al mismo tiempo.
Después de un tiempo volví a saber de él. Me llego por Whatsapp un texto muy largo suyo que decía lo siguiente:
“Nicole, como estas? Espero que te acuerdes de mi, nos hemos visto un par de veces.
Tenía una propuesta para hacerte de un viaje juntos. No sé cuánto cobras por eso pero yo te ofrezco $**** (en ese momento eran algo de 2500 dólares), más plata para gastos de viaje, como taxis, cafés y etc., y $**** (1800 dólares aprox) en una tarjeta prepaga para llevarte de compras en el viaje. Decime si te parece bien, sino lo charlamos.
El viaje sería de 15 días a Mendoza, donde tengo una finca en Junín a media hora, cuarenta minutos, de capital. Te mando unas fotos abajo pero la casa está buena. Tiene pileta, living grande, galería con churrasquera, un gimnasito (traete ropita deportiva y entrenamos juntos), wifi, teles con todas las plataformas, hay una Tablet y una pc para tu uso personal. También tendrías cuarto para vos sola con baño en suite, para que estés tranquila y cómoda y para las noches que no durmamos juntos. Pero lo más importante es que vamos a estar solos y tranquilos y nadie nos jode. También podemos andar a caballo o en cuatri por la finca.
Obvio que no serían los quince días enteros ahí. Podemos ir a cenar al pueblo más cerca o a la ciudad, podemos ir a bailar si pinta. Ya te dije de llevarte de compras también a los shoppings del centro. Podemos ir a comer a bodegas también si te dan ganas. También tengo ideas de hacer tríos con otra gente y cosas por el estilo, si te parece.
En fin, aburrirnos no nos vamos a aburrir. Mi idea sería en septiembre, que es el mejor clima de Mendoza. Todavía no hace tanto calor pero se puede estar tranqui en la pile.
Lo que sí tendría un solo requisito. Me gustaría durante esos quince días que garchemos sin forro. Para ello te pediría que te hagas un análisis de VIH justo antes de venir para estar tranquilos. Como te dije, esto es medio requisito y sin esto retiraría la propuesta.
Avisame si te interesa y te pido unos datos para sacarte pasaje de avión y todo lo demás.”
Terminé de leer y me temblaban las manos. Era muchísima plata, tanta que tendría que ver cien clientes en esos quince días para ganar esa plata. Vi las fotos. La finca era soñada. La casa era grande, amplia, con esa decoración campestre moderna tan atractiva de las casas de campo. Ver la finca me hizo tomar otra dimensión de la plata que tenía Juan. Hasta ahora solo había tenido vistazos, en la camioneta y el hotel.
Me tomé un momento, para no ser tan desesperada y le respondí que sí, que estaba de acuerdo y me encantaba la idea.
A la semana siguiente, una semana antes de la fecha del viaje, me hizo llegar una maleta grande y una carry on, las dos nuevas y de primera marca, por si no tenía para el viaje. También me preguntó mis talles para comprarme algo de ropa y lencería, además de mis datos para el pasaje de avión. Todo era como un sueño que tienen todas las trans: encontrar un sugar daddy que las mantenga y salir de la prostitución. En un momento me pregunté por el anillo de casado. Cómo iba a manejar con su esposa quince días con una chica trans en el medio del campo? De nuevo, me dije, no es mi problema.
Sabía que era mi oportunidad. Le iba a dar las vacaciones de su vida. Guardé toda mi mejor lencería y ropa. Mi vestido negro de femme fatale, mis calzas deportivas cortas, mis remeras con más escote, conjuntos para ir a bailar. Bikinis, tangas, corpiños, conjuntos, bodys, mi disfraz de colegiala. Todo lo mejor que tenía era para seducirlo. También guardé algunos juguetitos, consoladores y vibradores.
Llegué a Mendoza cayendo la noche. Traía en mi cartera el resultado negativo del examen, que ya le había mandado por foto, y me subí a un taxi, como me indicó. Fuimos a la dirección que me había pasado, la de su casa en la ciudad. Íbamos a pasar la primera noche ahí y al día siguiente partíamos a la finca. Mientras me iba mensajeando con él. Me decía que no aguantaba más y que necesitaba verme. Sonreí, satisfecha, y me preparé para volarle la cabeza con sexo.
Bajé las valijas y entré a la casa. Me había dejado abierto el portón automático, que cerró detrás de mí. Era un garaje techado donde estaba su camioneta y una moto enorme. Entré por la puerta que estaba abierta y lo encontré ahí, esperándome.
No alcancé a decirle nada cuando me comió la boca. Yo llevaba una minifalda de algodón negra, zapatillas, remera blanca y campera de jean. Abajo llegaba una tanguita mínima e iba sin corpiño. Apenas alcance a soltar las maletas cuando ya me había metido mano debajo de la falda con una mano y me masajeaba las tetas con la otra.
Me entregué a sus brazos, sintiéndome indefensa y deseada. Quería que me cogiera ahí mismo. Fue como si me leyera el pensamiento porque me agarró brusco y casi me tiró contra la pared, de espaldas a él.
Me dio un chirlo en la cola y se agachó para meter la cabeza debajo de la falda. Me pasó la lengua por arriba de la tanguita y después la corrió. Me dio una chupada de cola hermosa. Yo estaba apretada contra la pared y empecé a gemir. Me dio un pequeño sobresalto cuando me dio otro chirlo, alternando castigo con placer. Después me medió un dedito. Yo ya estaba a mil. Sentía la pija apretada en el frente de la tanguita y levantando la falda por delante.
Entonces se paró, sin decir nada, y se bajó la bragueta del jean. Por suerte yo ya estaba algo dilatada y bastante lubricada, porque la metió de golpe, sin importarle mi dolor y lubricación. Me agarró del cuello con fuerza. Me dio un poco de miedo su fuerza, pero al mismo tiempo me excitó muchísimo.
“Que bueno que llegaste, putita. Te necesitaba”, me dijo al oído, mientras me empezaba a coger.
Yo ya sabía que a él le gustaba decir cochinadas durante el sexo. En ese momento estaba tan a mil que me podría haber humillado, denigrado, maltratado e incluso pegado y solamente habría encontrado gemidos de mi parte. Solo quería ser suya, su esclava, su puta.
“Y yo te necesitaba a vos, amor. Necesitaba tenerte adentro”, le respondí.
Fue un polvo rápido, algo violento, pero de los más deliciosos de mi vida. Acabamos los dos todavía vestidos. Era la primera vez que un hombre me acababa adentro sin preservativo y sentí la humedad de su leche bien adentro, con un placer inmenso. Yo había acabado unos momentos antes, dejando mi leche en la pared. Me habían temblado las piernas pero él me sostuvo y siguió cogiéndome sin piedad.
Recuperamos el aliento en esa posición, con él todavía dentro mío. Recién después me dio la bienvenida con un beso y me llevó a la cocina, donde había pedido algo de comida para mí.
Conversamos un rato, todavía estremecidos por el orgasmo. Recuerdo haber estado despeinada y con el maquillaje algo corrido, pero sin que me importara.
Después me llevó a su cuarto para que me bañara si quería. Había salido de mi casa cerca del mediodía para ir a la clínica y había estado el resto del día en el aeropuerto.
Salí de bañarme y me lo encontré desnudo en su cama. El cuarto era enorme, y lujoso. Dejé caer la toalla y me acerqué caminando seductora. Se la empecé a chupar y después él propuso un 69. Nos chupamos la pija mutuamente, mientras él me metía dedos en el culito.
Después me hizo sentarme encima suyo, de espaldas a él, mientras estaba sentado en el borde de la cama. Había un espejo frente a mí. Mi cuerpo se veía delicioso y me esforcé por seducirlo con mis movimientos y mis caras, porque sabía que él también estaba mirando.
Después me hizo ponerme en cuatro en el suelo, sin sacarla y me cogió con dureza en la alfombra. Lo sentí acabar de nuevo mientras me tironeaba del pelo y sostenía uno de mis brazos doblado contra la espalda. Fue el inicio perfecto para ese viaje.
“Tengo algunas reglas para este viaje”, me dijo, después, echados, abrazados, en la cama. “La primera es que me tenes que decir “papi”. Nada de amor, gordi, ni nada de eso. Siempre papi. De acuerdo?”
“Sí, papi, obvio. Lo que vos pidas son órdenes para mí”
“La segunda regla es que siempre que garchemos quiero que acabes. Sé que las chicas trans a veces se aguantan porque tienen que seguir trabajando. Acá acabas siempre que quieras y puedas, obvio. Tampoco te voy a forzar a acabar.
Tercero: tengo algunos jueguitos sexuales en mente. Sobre todo son para excitarnos. Tienen algunas reglas como no sé, no acabar hasta que yo te diga, o yo te puedo tocar pero vos a mí no, cosas como esas. Nada demasiado raro.
Cuarta y última. Te habrás dado cuenta que soy medio brusco para coger. Que por ahí digo cosas medio fuertes o soy medio bruto para dar chirlos o agarrarte. En el momento que a vos te parezca que digo algo muy bravo o te estoy haciendo doler me decis, con total confianza. La idea de este viaje es coger y disfrutar. Vos también, a eso me refiero”.
Me dio mucha ternura escucharlo, sobre todo las últimas tres reglas. Por más que a veces fuera brusco o guarro en el fondo era un buen chico y un caballero. Lo besé con el corazón latiéndome a mil por hora y le dije que sí a todas las reglas.
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