Relato erótico titulado:
"Mi inconsciente superó a mi consciente"

Relato erótico acerca de travestis, fantasias de transexuales y chicas trans enviado por Camila

De cómo mi inconsciente superó a mi consciente,
o porqué soy así (1)

Tenía una hora por delante en lo que me tocaba mi cita con mi terapeuta, y había llegado muy temprano. Así que me senté en la sala de espera, en uno de esos sillones que se hunden, y comencé a pensar en mi inicio, y en cómo en realidad no fui consciente de lo que hacía, pero en lo profundo de mi ser hubo algo que movió las palancas que finalmente me llevó por este camino. ¿Cómo empezó todo?

Mi educación fue muy estricta. Mi familia era extremadamente religiosa y desde pequeño me inculcaron una serie de creencias, las cuales se me arraigaron muy fuerte en mi mente, y algunas de ellas todavía siguen ahí. El dinero hacía falta, pero los valores y sus excesos de moral no; más bien sobraban. Me inculcaron que nunca tenía que salirme de mis creencias, y que debía seguir los preceptos al pie de la letra. Cada cierto tiempo íbamos al templo, y las escuelas donde había estado eran religiosas, por lo que nos machacaban todo el día esos credos.

A Frank lo conocí un par de semanas antes de terminar mi curso de educación secundaria. Vivíamos relativamente cerca, como a 20 minutos caminando. Él me abordó mientras yo estaba sentado en una banca de un parque, después de un partido de futbol. Él era tres años mayor que yo, su familia no era religiosa y además tenían dinero, todo lo contrario a mí. Frank estaba por entrar al último curso de educación preuniversitaria, mientras que yo apenas iba a iniciarla. No teníamos amigos en común, pero no hacía falta. Él era hijo único y sus papás manejaban un negocio que les absorbía todo su tiempo, por lo que la mayoría del día no estaba ninguno en su casa, e incluso muchas veces no llegaban a dormir. Nunca los conocí.

Pero esa falta de tiempo con su hijo la compensaron dándole a Frank lo que quería, como videojuegos, una pantalla muy grande, computadoras, internet, además de que tenía a su disposición toda esa magnífica casa que, incluso, disponía en la parte trasera del jardín, un amplio cuarto de juegos con billar, mesa de ping pon, aparatos para hacer ejercicio, etcétera. Por mi parte, yo era el tercero de una familia de cuatro, vivíamos en una casa pequeña en un barrio de casas adosadas de clase media baja. Mis padres trabajaban y mi único hermano era el mayor, y nunca nos llevamos bien. Me molestaba mucho. Y mis hermanas vivían su vida.

Al principio me iba a casa de Frank a jugar con los videojuegos, y algo que nos gustaba eran las luchas, por lo que buena parte del tiempo nos las pasábamos haciendo eso, aunque él siempre me ganaba, pues era más alto y más fornido, mientras que yo vivía en un cuerpo muy delgado y pequeño. Tiempo después, complementábamos el tiempo viendo películas y videos porno.

En ese tiempo no me daba cuenta, pero las luchas era como un juego sexual en donde yo tenía el papel pasivo y Frank el activo, pero solo era eso. Ni pensar en atravesar el umbral prohibido del sexo entre dos hombres; eso era totalmente indebido, por lo que me habían enseñado. Las luchas, tiempo después lo supe, eran para darle la vuelta a mis ideas religiosas. Era una especie de sexo escondido.

De lo que sí tenía conciencia era de mi mala relación con las mujeres, pues por un lado aparentaba menor edad, con mi pequeño y delgado cuerpo, y por el otro nunca soñaba con ellas, pero sí fantaseaba, y mucho, con sexo en donde yo tenía una posición pasiva. Siempre me preguntaba: si yo era pequeño de estatura (enano o tapón, como me decían en la escuela) y muy delgado, lo cual en conjunto hacía que tuviera cuerpo de niña (por lo cual me molestaban), entonces ¿cómo esperar que yo fuera el activo en una relación sexual? Desde pequeño no entendía por qué, en el sexo y en la misma sociedad, los hombres siempre tenían que aceptar el papel de activos, mientras que las mujeres el rol pasivo. Era cierto que las mujeres siempre han sido más débiles que los hombres, pero yo era más débil que mis compañeros, incluso que los menores. Y esos roles se intensificaban en los videos porno, donde los hombres eran grandes, musculosos y acariciaban a las mujeres. En realidad, mi juego ficticio era soñar que en el sexo yo era una mujer o un ser débil y pasivo.

Llegué a ponerme ropa de mujer, usando las prendas de mis hermanas, pero no terminaba de sentirme cómodo, y me las quitaba rápidamente por miedo a que alguien me viera. Lo mío eran las fantasías sexuales, mis fetiches en donde yo tenía un rol pasivo, y otras personas me violaban, me amarraran, etcétera. Pero esos pensamientos los tenía muy escondidos, pues mis dogmas me impedían comentárselo a nadie. Eran míos y solo míos. Pero además de las luchas, otra forma inconsciente de reflejar esos fetiches (de lo cual realmente yo no me daba cuenta, y lo auto justificaba de diferentes formas) era añadir a mi cuerpo de niño niña el pelo largo, lo cual, afortunadamente, no me lo prohibían ni en la familia ni en el colegio.

Aunque si bien mi manera de ser era contrario a la actitud machista, no me comportaba como una niña. Me veía como una niña, pero mi moral y mis creencias me impedían comportarme como tal. Así que vivía en dos mundos distintos, lo que me provocaba una terrible angustia y un sentimiento de culpa por pensar en eso. Por ello, cuando Frank intentó algo de sexo, y lo hizo varias veces, yo me oponía fervientemente. Pero eso reavivaba mis deseos e impulsos sexuales. Muchos adolescentes se llenan de granos y acné, en buena parte por ese enfrentamiento sexual que tienen en sus mentes. Ese no era mi caso, pero yo sacaba mi angustia de muy diversas formas. Terminados los cursos tuvimos dos meses de vacaciones, y las dos primeras semanas la pasé con Frank, haciendo lo que siempre hacíamos.

Como mi pelo era largo y además hirsuto, se formaba una melena difícil de controlar. Al pasar por una estética, Frank me sugirió (y me pagó) un arreglo de pelo; no que lo cortaran, sino que lo dejaran más dócil, a lo que accedí. Solamente había una estilista en el pequeño negocio, por lo que ambos pasamos a la estética y le contamos a la estilista lo que queríamos que hiciera con mi melena. La estilista vio mi cabellera y dijo que por supuesto que le hacía falta. Al estarme arreglando el pelo y después que hubo terminado, platicamos un buen rato, y ella no dejaba de decirme que estaba muy lindo, y me tocaba el pelo, me daba nalgaditas, y dijo que yo debería aparecer en un video vestido de mujer, como una ladyboy o travesti, como se les conoce por aquí.

Ella era ladyboy (por lo menos yo no me di cuenta al principio; es más, ni siquiera sabía qué era una ladyboy) y se llamaba Camila. Nos contó su historia: que desde chica se ponía ropa de mujer, que se fue de su casa pero volvió ya como travesti (pues ya no tenía dinero), que la aceptaron parcialmente, que le ayudan económicamente, etcétera. Pero volvió a insistir en lo de los videos, que conocía a alguien que los filmaba y que me pagaría 1,500 pesos por cada uno, toda una fortuna. Por supuesto que mi primera reacción fue negarme, pero me dijo que nadie me reconocería, ni se enteraría y que podría pagarme más dinero si me veía realmente femenina, apetecible, deseada. También sugirió hacer videos hardcore, pero Frank solo dijo que yo era un mojigato, y que (por primera vez hablo abiertamente) él ya lo había intentado pero yo no quería nada de nada.

Te va a gustar el sexo, dijo Camila, pero se dio cuenta que por ese camino no iba a salir nada, por lo que dijo: solo te van a filmar disfrazado y masturbándote, no más; nadie te va a reconocer, y los videos no son públicos, no aparecen en internet.

Realmente yo estaba deseoso por una computadora con internet y un buen móvil, ya que el que tenía era una porquería, pero eso costaría más de 10 mil pesos. Quería la computadora porque todos (bueno, la mayoría) de mis conocidos tenían una, y además podría comunicarse por correo electrónico, jugar y sobretodo, ver pornografía de algo que me llamaba la atención desde lo que sucedió en la estética: ver ladyboys, shemales, travestis, etcétera. Los siguientes días Frank me insistió varias, muchas veces. Y siguió y siguió hasta que yo accedí, pero con muchas condiciones. ¿Cuáles? No se lo diría a nadie, no se me podría reconocer si algún pariente o amigo veía las películas, y solo saldría yo, y a lo más masturbándome. Al día siguiente fuimos a ver a Camila y se puso contenta, pero me dijo que me tenía que depilar, a lo cual me negué rotundamente hasta que me comentó que el bello me volvería a salir, pero que tardaría más que si simplemente me rasuraba.

A la siguiente semana, Camila, Frank y yo nos dirigimos al set de filmaciones. Era una casa fea y vieja, con poco mobiliario, y atrás había un cuarto grande (como esos prefabricados) donde se filmaban las películas o videos. Ahí conocimos a Miko, un oriental fornido que nos explicó que las películas, o cortos duraban a lo más 15 minutos y eran para un sitio pornográfico fuera del país, y además, las personas solo podían entrar mediante invitación (no lo dijo abiertamente, pero como yo era menor de edad, era una actividad ilegal). Camila me vistió de adolecente prostituta, con unos pantalones muy cortos de mezclilla bien ajustados y desabotonados, con una camisita amarrada que dejaba ver todo mi vientre, junto con un par de tenis desamarrados, mi pelo planchado con muchas extensiones de diferentes colores, collares y maquillaje, todo lo cual hizo que al verme al espejo, no me reconociera, pero me gustara. Miko quedo de regalarme una computadora con internet móvil si hacía cuatro videos. Lo único que tenía que hacer era acostarme, moverme de forma provocativa y masturbarme.

Pero me estaba costando trabajo, pues mi pequeño pene no reaccionaba, ya que yo estaba nervioso, acostado en una cama, con Camila y Frank viéndome y Miko tras una cámara que me parecía gigante, además de muchas luces a alrededor. Por ello, Camila se acercó a mí, me dijo que me tranquilizara, me puso mis brazos arriba de mi cabeza, de tal forma que mi vientre se estiró, dejando ver todo el contorno de mis costillas y la parte superior de mis huesos iliacos, se me quedó mirando, sonrió y acercó sus labios a los míos y me besó suavemente. Siguió deslizando su mano lentamente por mis costillas, me desabrochó la camisa, y se puso a juguetear con mis tetillas, chupándolas delicadamente; siguió bajando su mano por mi ombligo y de ahí me acaricio el pene y el escroto. Ya para entonces yo estaba excitadísimo, pero ella me decía que tranquilo, por lo continuó. Me desnudó totalmente y con su boca me frotó el pene y de ahí fue a lamer mi ano. Era el éxtasis, pero todo ello creció cuando me metió el dedo por el ano, delicadamente y hasta el fondo, mientras yo me arqueaba y gemía, por lo que al pasar su delicada mano por mi polla me vine de inmediato. Los tres días siguientes hicimos lo mismo. De hecho, la siguiente ocasión fueron Camila y Frank los que me acariciaron lentamente. Yo lo disfruté muchísimo y era mucho mejor de lo que pensaba. La tercera vez Camila usó un consolador mientras me amarraba las manos y la última vez Camila le chupó toda la polla a Frank, que terminó cogiéndosela mientras yo me masturbaba. Fue delicioso. Y finalmente Miko me entregó la computadora, que funcionaba perfectamente


De cómo mi inconsciente superó a mi consciente,
o porqué soy así (2)


Frank se fue un mes completo con sus papás a sus vacaciones de verano. Al principio yo había pensado que eso era todo, pero no podía sacar de mi mente las caricias de Camila, que me buscaba a través de mi WhatsApp o de la computadora, hasta que me decidí ir a visitarla. Camila vivía en la pequeña casa donde estaba la est
ética, y me dijo que era una herencia de sus padres. La estética era una diversión para ella, por lo que la podía cerrar o la dejaba a cargo de una de sus amigas travesti y nos íbamos los dos a la casa. A la primera vez que se me acercó transgredí a los deseos, y contra todos mis principios me dejé llevar de nuevo. Fue maravilloso, me acarició todo, me hizo sexo oral, me lamió el escroto, jugó con mis testículos, me lamió el ano, y lo nuevo es que acabó sodomizándome. Fue lo mejor que me había pasado. Y así seguimos, y yo participando cada vez más, pues ahora yo se la chupaba.

Durante esa época, antes de tener relaciones con Camila solo pensaba en eso, en sexo con Camila, durante el acto no pensaba, simplemente me dejaba llevar y lo disfrutaba, pero después, poco a poco me comenzaban a entrar sentimientos de culpa. Siempre me pasaba que, al rato de salir de casa de Camila, me comenzaba a sentir estresado con los mismos pensamientos: ?soy hombre y los hombres no hacen eso: si se enteran ya pasé a ser un puto maricón, y si mi familia lo sabe, se van a sentir traicionados, y si??. y todas mis emociones y sentimientos se encontraban, y entraba en una angustia que solo la disminuía masturbándome y pensando en el día siguiente con Camila. Esos largos momentos de angustia no se los contaba ni a la propia Camila. Me daba pena. Sin embargo, el sexo de esa forma era una fuerza demasiado poderosa para poder controlarlo. Años después me di cuenta que Sigmund Freud tenía razón, por lo menos en mi caso, pues todos mis actos dependían del sexo.

Camila me convenció de regresar con Miko, y hacer videos hardcore con ella e incluso un día con Miko, y cada vez más intenso. Hay tantos videos porno en la red que los Miko los veía y antes de hacerlo me proponía el tipo de video que me gustaría hacer. Y a mí me gustaban los de Bondage ligero, es decir, que me amarraran, me pasaran algunos impulsos eléctricos o me dieran toques eléctricos (de baja intensidad), me volcaran cera de velas, y cosas por el estilo. Había otros de amarres complicados, que le gustaban a Miko y a lo cual yo accedía. Y cuando veía los videos me excitaba más que cuando los hacía, pero no me los podía llevar.

Sin embargo, los sentimientos de culpa aparecieron y mucho más fuertes, al punto de, llorando, prometer no volver a hacerlo nunca más; mis creencias y los preceptos de mi religión salieron avante contra mi deseo sexual. Rompí todo contacto con Camila (que admito, me encantaba) y con Mika.

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Tiempo atrás, Frank me había convencido de que me cambiara a su escuela, a lo que mis padres no se opusieron, pues era muy barata y mi familia estaba con problemas monetarios. Era un instituto pequeño, y la verdad era una vacilada, un fraude escolar, de esas que por aquí llaman escuela barco, pues cualquiera con un poco de cerebro aprobaba cualquier materia. Así que Frank y yo teníamos tiempo para hacer lo que quisiéramos, que generalmente era irnos tempano a su casa, jugar a los videojuegos, esperar a que se fuera el personal de limpieza, que también nos dejaba la comida ya hecha y hacer lo que nos viniera en gana. Insistentemente, Frank me preguntaba qué había sucedido con Camila y Miko mientras él estaba de vacaciones, y yo le contestaba que había visto a Camila un par de veces y ya, o sea, no había sucedido nada, pero que yo ya no quería nada de sexo. ¿Por qué no le quería contar todo? Porque a mi juicio lo que había hecho estaba muy mal, era inmoral, sucio, y además simplemente no me atrevía. Empero, supongo que en mi mente hubo una guerra entre dos bandos: la parte que mencionaba, que se refería a mis creencias morales y, por supuesto, el placer y el encanto del sexo como me gustaba. Y eso me llevó a un estado de angustia que ya no aguantaba.

Finalmente decidí y se lo conté a Frank. Después de terminar todo mi relato, Frank se quedó callado un momento para luego acercarse a mí y darme un beso. Yo supongo que me tensé porque Frank me susurró al oído ?tranquilo?, y dejé que me acariciara; comprimí mi vientre para que su mano entrara mejor dentro de los pantalones para acariciar mi pene. Después de desnudarse fuimos al cuarto de sus papás, con una cama inmensa y ahí me dejé llevar. Lo hicimos de todas las formas, me masturbó tres veces, y no paramos hasta que ya estábamos agotados. Y después, de forma imprevista vino la reacción: me puse a llorar y le conté, ahora sí, mis sentimientos, y le eche la culpa. La reacción de Frank me sorprendió; me abrazó y me dijo ?ya, ya, todo se va a arreglar.

Dos días después me pidió que nos saltáramos las clases y nos fuéramos a su casa. No iba a haber nadie. Al llegar me agarró de la garganta con su brazo doblado y comenzamos a luchar, y me fue quitando la ropa; al principio creía que era parte del juego, pero luego me amarró las manos por detrás y me tapó los ojos con un antifaz como los que usan en los aviones y también la boca, con una especie de esfera con agujeros que se amarraba a una cinta que me pasó por la cabeza, me desnudó completamente y ahí me dejó. Después de un rato, regresó por mí, me puso unas cintas de cuero en las muñecas, otras en los talones y en el cuello, me volvió a amarrar las manos a la espalda, sujetó una cadena a mi cuello y, yo desnudo, me llevó al jardín, en donde estaba

Salimos al jardín (lo podía sentir) y entramos al cuarto de juegos, en donde me tendió en la mesa de billar y me amarró a los extremos de forma muy tensa. Todo lo que sucedió después lo pude ver en un video, pues tenía una cámara en el techo y una cámara móvil, manejadas por uno de los técnicos que le ayudaban a Miko. Todo lo habían preparado muy bien. Mi cuerpo estaba tan tenso que prácticamente no me podía mover. Cuatro manos comenzaron a acariciarme muy despacio, dos pasando por mis axilas, mi cuello, mi pecho, mis costillas, y otras dos por mi vientre, mi pene, mis testículos. De repente recibí un largo beso y un murmullo al oído: tranquilo, no te va a pasar nada: déjate llevar. Era Camila. Su beso y ese susurro no nada más me tranquilizaron, sino que me excitaron.

Insertaron un pequeño objeto en mi ano, usando lubricante, mientras que un pequeño tubo, del tamaño de un alfiler pero sin filo lo introdujeron en mi uretra y lo sujetaron en mi pequeño pero duro pene. Ambas cosas estaban conectadas a una pequeña caja con una manija que al moverla aventaba impulsos eléctricos. Al principio eran pequeños pero poco a poco fueron subiendo de intensidad. Yo me arqueaba lo poco que podía del dolor, el cual me llegaba hasta los tuétanos, pero no era insoportable; por momentos me quitaban la esfera de la boca y yo solo decía que pararan, que haría lo que quisieran. Así siguieron por espacio de unos cinco minutos y terminaron masturbándome. No, no me estaban torturando, me estaban excitando, y lo lograron.
Después me desamarraron las piernas y las doblaron y amarraron de tal forma que mis femorales quedaran unidos a mis tendones superiores, como si estuviera en cuclillas. Con Me embarraron más lubricante en el ano y me introdujeron un consolador eléctrico, el cual lo sacaban del ano y lo metían en mi boca. Al final me soltaron y me dejaron caer en el borde de la mesa.

?vas a hacer lo que queramos, ¿oíste puta?

Me movieron a la sección de ejercicios, donde había varias colchonetas de plástico negro. Me quitaron todas las correas y entre los dos volvieron a tocarme. El primer beso, largo y con sentimiento fue de Camila, besos, caricias, chupadas; sentía la cámara de filmación cerca mientras chupaba sus penes, mientras me metían los dedos, mientras que uno me sodomizaba al tiempo que yo chupaba la polla del otro. Después fue el otro tipo, el que manejaba las cámaras mientras Camila y Frank me filmaban con todo detalle. Primero besos, caricias, luego se la chupé un buen rato, luego me masturbó para después sodomizarme, y terminar en mi boca, todo filmado con detalle. Cuando terminaron yo estaba exhausto, y me dijeron que descansara y que no hablara. Me dejaron después a una manzana de mi casa y me dijeron que después ellos se comunicarían conmigo.
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Decidí no ir a la escuela esa semana. Busqué a Camila por teléfono, por correo, fui a su estética, a su casa, pero nada. No pude localizarla. El miércoles recibí un mensaje por WhatsApp de Frank, que decía que quería verme. Junto con el mensaje un pequeño video en donde yo le estaba chupando la polla al tipo, mientras me llenaba de saliva. Nos quedamos de ver cerca de su casa, pues yo no quería volver a ella.

¿No quieres ir a mi casa? Me preguntó Frank.
Simplemente le respondí: La última vez que fui me violaron tres personas, incluyéndote.
Frank sonrió y me dijo que no había nadie y que ahí podíamos platicar mejor.
¿Me vas a coger? Le pregunté.
No lo sé. Pero de cualquier forma quiero decirte algo, y más te vale oírlo.

¿Por qué lo hiciste?
Frank se tomó un momento y comenzó:
Cuando te conocí sentí algo extraño, algo que me acercaba a ti. No sabía que era, pero al poco rato descubrí que me atraías sexualmente, como una niña. Pero simplemente no me atrevía a proponértelo. Como bien sabes he estado con muchas mujeres, pero nunca con un hombre, que por cierto, no me atraen en lo más mínimo ni lo voy a hacer nunca, pues ni me gustan ni quiero ser gay. Pero tú sí, no por ser hombre, sino por tu parte femenina, erótica e inocente. Intente tener sexo contigo, pero te negabas, por tus creencias y tu moralina. Pero cuando fuimos con Camila, insistí en que aparecieras como ladyboy, y seguramente aceptarías conmigo. Pensaba que tú te acercarías a mí, pero no fue así. Solo dejabas que te tocara y te masturbara, pero nada más.

Cuando regresé de vacaciones me habló Camila, para preguntarme por ti, pero no quería decir nada. Me costó trabajo, pero finalmente me contó todo. Me dijo que tanto ella como Miko se quedaron prendidos contigo, se enamoraron de ti. Camila me contó que te filmaron con Camila y con Miko teniendo sexo, pero que intempestivamente tú les bloqueaste el teléfono.

Obviamente no te iban a dejar así nada más. Pusieron a un par de personas a seguirte una vez hubieras entrado al colegio. Al principio entraban a la escuela como alumnos de tercer grado y al poco rato me invitaron una cerveza y ahí saliste a relucir. Me encabroné y los mandé a volar. Después Camila me contactó. Yo ya sabía de su rara relación, pero quería que ella me lo contara. Nos quedamos de ver en su casa al día siguiente, pero en el inter fui pensando que tú eres un bicho raro que le gusta que se la metan por atrás, que le gusta jugar a las luchas y siempre perder, que eres un pedazo de puta pero que no querías hacerlo conmigo y yo, de pendejo, te respetaba. Y finalmente, cuando lo hicimos, te pusiste a llorar y me echaste la culpa, como una clásica niña a la cual la acaban de coger por primera vez. Así que le esboce a Camila mi plan y lo fuimos perfeccionando, de tal forma que regresaras con ellos, pero siempre a través de mí. Así que, en adelante, yo voy a decidir cuándo, cómo, en dónde y con quién vas a tener sexo. Me quedo con una parte del pago y además tú vas a ser mi esclava.
¿Ah sí? le respondí desafiante ¿y cómo piensas lograrlo?
Tengo varios videos y fotos tuyas, ya no de putita, como los tiene Miko, sino de putito. Eso me da todo el poder sobre ti. Conozco a tu familia, a tus amigos, soy parte de tu Facebook, de tus grupos. Imagínate que reparto anónimamente algunos videos y fotos. ¿Qué pasaría? me preguntó con una sonrisa.
No lo vas a hacer Frank. Somos amigos
Éramos amigos puta. En realidad me agradaba estar contigo porque me gustas, pero no por tu forma de ser. Me gustabas y me gustas mucho físicamente, pero ahora además de tenerte físicamente te voy a controlar en todo. Me va a encantar tenerte en mi poder.
En ese caso también Miko tiene videos

No; Miko tiene videos de ti vestido de mujer, y la verdad es que Camila te disfrazó bien. Además, Miko tiene un negocio y sabe que filmar a un menor de edad es delito, y grave. No, no le conviene, se pueden dar cuenta. Pero a mí no me importa, pues solo Camila, Adrián el camarógrafo, que te cogió y que es con el que sales en el video y yo lo sabemos. Y en caso de que me descubran, a lo más me acusarían de tener los videos.
Frank tomó su celular, sacó una foto en donde yo estaba de cuatro patas y Adrián me la estaba metiendo, lo colocó en el grupo Familia y me amenazó con apretar el botón de enviar.
¡¡¡No, espera!!! Grité. Qué quieres que haga.
Quítate la ropa. La siguiente media hora me la pasé chupándole su polla hasta que se vino, me agarró la boca con una mano y con la otra me cerró la nariz, por lo que yo tuve que tragarme su asqueroso semen.



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o porqué soy así (5)


No puedo decir que el siguiente mes haya sido terrorífico. La verdad ese periodo me gustó mucho, sobre todo al principio. Las dos primeras semanas yo no tomaba decisiones, eso lo hacía Frank por mí. Además, nunca tuve sentimientos de culpa, pues las tenazas con que me tenía sujeto Frank eran muy fuertes; no podía zafarme. Íbamos los sábados y algún día entre semana a casa de Miko, y ahí se hacían los videos. Además, varias veces nos la pasábamos Frank y yo en su casa, luchando y terminando en sexo, y en dos ocasiones invitó a algunos amigos para que me cogieran, mientras él veía. Y además nunca tuve sentimiento de culpa, ya que me forzaban a hacerlo.
Pero después toda esa intensidad empezó a bajar, hasta que la tercera semana Frank me buscó menos. Las idas a su casa comenzaron a espaciarse en el tiempo, así como los videos y yo quería que me amarraran y me tocaran, acariciaran, lamieran, me cogieran. Pero a Frank cada día le importaba menos y yo no le insistía pues según yo, eso era algo a lo cual me obligaban, algo que no me debería de gustar pero no tenía opción. Era como si me hubieran secuestrado y cada día la probabilidad de que me soltaran se incrementara. Según mis creencias, yo debería estar contento, pero no, en mi subconsciente quería desesperadamente profundizar esas relaciones de secuestrador y secuestrado, de amo y esclavo sexual.

Días después me habló Frank para que fuera a su casa, y acto seguido me apersoné en la puerta. Me abrió y me dejó pasar, sonriendo sarcásticamente. Estaba él con uno de sus amigos y tres chicas, tres putas de paga. Ya en el cuarto de juegos, Frank me dijo:
Vamos, anímate, tú escoge la que quieras.
Las chicas comenzaron a decirme que era un chico muy lindo, que querían conocerme, acostarse conmigo. Frank ironizó -vamos, esto va con tus creencias, no será nada malo. Ya estás en edad, vamos. Si no lo intentas, ya sabes que voy a hacer, y señaló su celular con un dedo.
Me senté en silencio y una chica comenzó a besarme, a acariciarme y a meterme la mano por los pantalones. La chica me desnudó y mi polla comenzó a reaccionar, por lo que me la chupó, me lamió el escroto, metió mis testículos en su boca. Comenzaba a sentirme bien, pero no me daba cuenta que yo era la parte pasiva, y todo cambió cuando me pidió que introdujera mi pene en su vagina. Mi pene, antes erecto y duro, se convirtió en algo pequeño y flácido, y mi incomodidad comenzó a crecer. No podía concentrarme y menos cuando comenzaron a burlarse de mí.
Métele el dedo por atrás para que se le pare? le ordenaba Frank a la chica, pero yo ya estaba con los nervios a flor de piel, la angustia se había apoderado de mí y salí corriendo, llorando hacia el baño. Frank fue por mí y me regresó, me puso en medio de todos y me dijo -ya, reconoce que eres una puta; no te gustan las mujeres. Y todo eran risas y burlas.
Le supliqué que me dejara ir, pero en vez de eso le ordenó a sus chicas que me cogieran con lo que fuera, y lo hicieron. Dos de ellas me agarraron de manos y pues, mientras la otra metía un consolador por mi ano, y lo movieron a placer, lo metían y lo sacaban. De momento se detenían y me tocaban suavemente hasta que mi polla se paraba, momento en el cual Frank me masturbaba. Lo hicieron dos veces. Realmente el dolor no fue físico, sino sicológico, pues fue una humillación.
Te espero mañana en la escuela, me ordenó Frank.

De cómo mi inconsciente superó a mi consciente,
o porqué soy así (6)

Al día siguiente Frank invitó a uno de mis compañeros de clase. Cuando llegaron, yo ya estaba vestido de niña puta, con mis pequeños pantalones de mezclilla desabrochados y una pequeñísima camiseta que solo cubría mis tetillas. Tenía el pelo planchado, pero no estaba maquillado. Mi compañero al principio no me reconoció y Frank le dijo ?qué te parece, está guapa, ¿no? Cógetela- Y me ordenó que comenzara a besarlo y acariciarlo. Cuando me acerqué, me reconoció, se echó para atrás sorprendido y dijo ?pero si eres tú; ¿de qué se trata esto?

Pues que es una putita, siempre lo ha sido, pero lo tenía escondido, pero me dijo que le gustas mucho. Mi compañero seguía sorprendido pero se dejó que le chupara su polla y que lo calentara, me tiraron al piso y, boca arriba, yo le mamaba su escroto y me metía sus testículos a mi boca mientras Frank me masturbaba. Acto seguido, mi compañero me cogió con una fuerza que dejaba ver lo excitado que estaba. Al terminar y una vez que mi compañero se hubo ido, Frank me dijo. No voy a parar; deja pensar qué más cosas te voy a obligar a hacer. Ahora lárgate.

Los dos días siguientes fueron una pesadilla. No fui a la escuela y me enconché en mis pensamientos, que solo era ese aterrador sentimiento de culpa. El tercer día me animé y fui con Camila y le conté todo, todo, llorando de desesperación. Me propuso que dejara a mi familia y me fuera a vivir con ella, y que hiciera lo que quisiera, que aceptara que quería ser una travesti como ella. Le dije que sí quería pero no podía, pues era manchar todas mis creencias. Pues ya están bastante manchadas, me dijo Camila. Yo le dije que no, pues Frank me había obligado.

Estaba en un dilema pero no veía salida, era una guerra en mi cerebro que ya no soportaba, que se había convertido en una guerra sin piedad. Pensé suicidarme. Al cuarto día, me comuniqué con Frank y le dije que quería hablar con él, a solas. No sabía que iba a decirle, pero necesitaba verlo. Por el móvil se rio burlonamente y me dijo que nos viéramos en su casa.
Al entrar a su casa mi actitud le sorprendió, y no solo a él, sino a mí también. Estaba agresivo y lo primero que le eche en cara era que la culpa era de él. Me había forzado a hacer lo que no quería, pero solo se reía. No me eches la culpa de que seas putita. Mi enojo creció y me abalancé para golpearlo, pero en un santiamén me controló y me aventó.
Sabes qué, ya me estoy cansando de ti, putita. Saco su celular, añadió varias fotos y videos míos en el grupo del colegio, y me dijo.
Si no te vas, voy a apretar el botón de enviar.
No te atreverías, le dije, con los ojos rojos de coraje.
No me crees putita
No
Me acercó el celular para que viera los videos y el comando ?enviar a todos?. Con una mano toqué el celular, lentamente, y lo vi a los ojos. Apreté mi mano alrededor del celular, se lo quité suavemente, mientras él me dijo ? ¿y qué vas a hacer, putita?- y suavemente apreté el botón de enviar, e inmediatamente lo lancé al jardín de la casa vecina. Fue una decisión sin pensar, pero que mi inconsciente había planeado largamente.

Noooooo- gritó Frank.

Me golpeó la cara y me propinó un par de patadas, y pude sentir la furia de esa persona que había sido mi amigo. Me amarró bruscamente a uno de los aparatos de ejercicio y corrió a la casa del vecino a recuperar su celular. Mientras tanto, me pude comunicarme con Camila para que viniera por mí. Frank regresó con el celular, pero ya muchos de los mensajes habían sido vistos y de hecho ya tenía algunas contestaciones. Volvió a reaccionar violentamente, me golpeó, me amenazó de muerte, y me encerró en un cuarto, mientras que pensaba que hacer. Afortunadamente llegó Camila junto con Miko y Frank me soltó.
Al día siguiente le escribí unja carta a mi familia diciéndoles que yo, desde hace tiempo me había dado cuenta que era travesti, pero que no quería hacer pasarlos a ellos por la vergüenza familiar y quería que me perdonaran, pero no esperé la respuesta y corté con ellos (que no tenían nada de culpa salvo educarme como lo hacían todos los demás papás); y además cerré toda comunicación con mi pasado.

Ya nunca más vi a Frank, pero supe que tuvo que enfrentar a mucha gente que le cuestionaba, incluyendo a sus papás hechos una furia y al director de la escuela, porqué la película había sido enviada desde su celular, porqué tenía esas fotos y esos videos.

Pamela, ya llegó la doctora, ya puede pasar. Me despabilé lo más rápido que pude, tomé mi bolso, me acomodé los tacones y caminé hacia su consultorio. Creo que ya eran mis últimas sesiones de la terapia, pues mi sentimiento de culpa ya se había disipado.

Fin






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