Relato erótico titulado:
"Mi maestro"

Mi maestro de séptimo grado se dio cuenta el primer día de clases.
Notó rápidamente que era distinta… un chico con cara de nena, de cabello rubio y largo, y un cuerpo más de mujer que de hombre…
Yo también me había dado cuenta que era distinta…
Ese último año de la escuela primaria se me hizo muy difícil… mis compañeros me trataron como siempre… para ellos era un chico más, no se daban cuenta lo que me pasaba… el maestro sí…
Confieso que desde el año anterior estaba perdidamente enamorada de uno de mis compañeros… el maestro de séptimo me hizo olvidarlo…
Morocho, de ojos verdes, unos veinticinco o veintiséis años… todavía, después de muchos años lo recuerdo… hermoso.
Iba a la escuela nada más que para verlo… él lo sabía… me trató con mucha dulzura…
Así llegamos a fin de año.
Me costaba mucho pensar que no lo volvería a ver.
El último día de clases tuvimos que ir con nuestros padres, en mi caso solo mi madre, para que el maestro diera su apreciación sobre nuestro desempeño a lo largo del año teniendo en cuenta que ingresaríamos a la escuela secundaria.
Se dio lo inesperado… mi mamá antes de retirarnos pidió hablar a solas con él.
Le dijo que estaba preocupada por mi futuro rendimiento… allí se produjo el milagro.
Alberto, lo voy a llamar así, le dijo que no se hiciera problema, que él podía darme clases privadas en verano, no vivía lejos del colegio y no se tomaría vacaciones, tenía que terminar unos trabajos pendientes, por lo tanto podría ir a su casa, me daría ejercicios para resolver mientras él hacia su trabajo.
Mi madre me miró, mis ojos asintieron… Alberto me miró y sonrió.
Así fue que el primer lunes de enero fui a su casa y comencé mi preparación para la secundaria.
Una casa muy linda, la casa del fondo de un PH con un jardín y una piscina no muy grande.
Todo era muy lindo… hacía mis ejercicios… él sus trabajos… lo miraba y algo pasaba en mi cuerpo… casi no nos hablábamos, sí cruzábamos miradas…
Pasó esa primera semana.
Lo extrañé durante sábado y domingo… quería que llegara el lunes.
Ese lunes hizo mucho calor, demasiado.
Salió a recibirme en shorts… unos shorts muy ajustados… mi cuerpo vibró al verlo.
- Disculpá, estoy en la pileta hace mucho calor.
No supe que responder.
- ¿No tenés ganas de meterte?
- Sí, pero no tengo shorts. Respondí sin pensar.
- No te hagas problema, te consigo algo.
Fue al dormitorio.
Volvió con una bolsa de plástico, me la dio.
- Podés cambiarte en el baño.
En el baño abrí la bolsa… me encontré con una bikini… una bikini, una bikini de mujer no de una nena de mi edad, y un pareo.
Cambié mi ropa con normalidad… con la parte de abajo no tuve problemas… estaba acostumbrada a usar las bombachas de mi mamá a escondidas…
Con la bikini puesta me miré como pude en el espejo de botiquín… me gustó lo que vi… acomodé el pareo tratando de recordar como lo hacía mi madre.
Salí del baño sintiéndome, por primera vez, una nena.
Él estaba dentro de la piscina… me invitó a entrar… me saqué el pareo y entré…
Disfruté el agua… Alberto me miraba pero no intentaba nada… ni siquiera me tocó…
Ese día no estudié.
Cuando salimos del agua me dio una palmada en la cola y me dijo que fuera a cambiarme… era tarde… él tenía que salir.
Esa noche no pude dormir… quería que llegara el mediodía del martes para volver a verlo…
- En el dormitorio hay algo para vos.
Me dijo cuando llegué.
Sobre la cama me encontré con un conjunto blanco de encaje, como la bikini, un conjunto para una chica grande, el corpiño con relleno… un vestidito blanco de algodón y unas sandalias, también blancas, con unas largas tiras…
Nuevamente me vestí con total normalidad, sin saber como, ajuste las tiras de las sandalias y llegaron hasta debajo de mis rodillas.
Salí de la habitación notando que mis movimientos eran de mujer…
Me miró, sonrió.
- Estás muy linda… acá tenés tus ejercicios.
No dijo nada más.
Me senté y comencé a trabajar, él hacía lo suyo… cada tanto nos mirábamos y sonreíamos…
Pasó la tarde.
Una nueva palmada en la cola me indicó que era hora de cambiar mi ropa.
Otra noche sin dormir.
El miércoles esperé su indicación para cambiarme.
No dijo nada, sencillamente me señaló la mesa donde estaba mi tarea del día.
Me inquieté.
Una hora después me dijo:
- ¿Querés cambiarte?
- Sí.
- Vení.
Me llevó al dormitorio.
Me mostró una parte del placard.
- Ahí están tus cosas… cuando llegués no pidas permiso vení directo acá.
Se fue.
En mi parte del placard había muchas cosas… todo me gustó mucho…
Todo era nuevo… todo lo había comprado para mí… como las veces anteriores, eran ropas para una chica más grande que yo.
No sabía que ponerme… elegí un conjunto negro, una mini de jean, una blusita… de la parte de abajo saqué unas botitas de jean…
Esa tarde estudié e hice mi tarea como nunca… me sentí muy feliz.
La palmada en mi cola indicó la hora de irme… esa palmada cada vez me gustaba más…
Jueves y viernes al llegar me dirigía silenciosamente al placard, me vestía y salía para estudiar… fue muy lindo…
El viernes esperé la palmada que me indicara la hora de irme… no hubo palmada… me acarició la cola.
- ¿Querés que mañana vayamos a almorzar?
- Sí. Le respondí mientras apretaba mi cola contra su mano.
- Vení a las diez.
Antes de irme me dio las llaves de la casa.
Al llegar a casa le dije a mi mamá que el sábado almorzaría con Alberto.
Lo llamó, él le dijo que me llevaría al Museo Histórico Nacional y después almorzaríamos.
Mi vieja no tuvo problemas.
El sábado abrí con mis llaves, me dirigí al dormitorio para cambiar mi ropa… estaba en la cama esperándome… con la mirada me indicó una caja que había del lado vacío de la cama… la tomé y fui al baño.
Un baby doll y una tanga…
Cuando volví levantó la sábana… me metí en la cama… le di la espalda… me abrazó por la cintura… estaba desesperada quería que lo hiciera de una buena vez… no lo hizo… hoy me doy cuenta que supo llevarme… me besó la espalda… dormimos un ratito.
Me despertó con una fuerte palmada en mi cola.
- Carla es hora de levantarnos.
Ahora tenía nombre… eso me gustó mucho.
Salimos de la cama.
Él tenía puesto nada más que un boxer… no pude evitar mirarle la entrepiernas… acarició mi cabeza indicándome que teníamos que vestirnos…
En mi lugar encontré muchas cosas más que el día anterior… todas perfectamente ordenadas… las cajas con los conjuntos por un lado, las polleras, vestidos y blusas en sus perchas, abajo el calzado… también noté que había puesto un espejo en el lado interior de la puerta.
Se fue a duchar… mis ganas de entrar al baño y verlo eran terribles… las reprimí…
Tuve en claro que Alberto manejaba los tiempos…
Me vestí… conjunto rojo muy lindo, jean elastizado, blusa negra, camperita corta de jean, botas negras… el espejo me dijo que no era una nena de trece años… era una chica de diecisiete o dieciocho… el espejo me hizo sentir mujer…
Salió del baño con una toalla alrededor de la cintura…
Me miró…
- Perfecta.
Es todo lo que dijo.
Abrió su parte del placard, sacó su ropa… tomó el boxer… retiró la toalla… lo miré quería tocarla… sólo la actitud tranquila de él me detuvo…
Se puso un jean, una remera, zapatillas…
Salimos.
En la calle me sentí totalmente segura.
Subimos a su auto.
Almorzamos en un restaurante frente a Parque Lezama… mi fascinación y mi excitación creció minuto a minuto…
Regresamos.
Era consciente de que mi calentura era total… él también se dio cuenta…
Su mano en mi cola indicó la hora de irme…
El domingo estuve inquieta todo el día… necesitaba que llegara el lunes…
No quise acompañar a mi mamá a casa de mi abuela.
A eso de las dos de la tarde sonó el teléfono.
Era él.
- ¿Qué estás haciendo? Me preguntó.
- Nada, viendo televisión, mi mamá se fue a la casa de mi abuela.
- ¿Querés que salgamos a pasear un rato con el auto?
- Sí.
Abrí con mis llaves.
Estaba trabajando.
Nos miramos.
Fui al dormitorio.
Sobre la cama una bolsa de papel… cerré la puerta del dormitorio… abrí la bolsa… un conjunto rosa hermosísimo, unas pantymedias rosas, vestidito de lycra y botas, también rosa…
Al verme al espejo se sentí muy excitada…
Salí, él seguía leyendo… me acerqué… hice que separara la silla del escritorio, me senté en sus piernas y me abracé a su cuello… sin pensar le dí un beso en su oreja… sentí la vibración de su cuerpo… me abrazó por la cintura y me apretó a su cuerpo… besó mi frente…
- Vamos.
Dijo y me retiró.
Dimos vueltas con el auto durante toda la tarde… un par de veces su mano derecha acarició mis piernas…
Tomamos un café en Recoleta…
Al regresar, acarició mi cola… la señal…
Me dirigí al dormitorio… vino detrás mío.
Comencé a desvestirme… él me miraba…
Quedé con el conjunto rosa… comenzó a desvestirse…
Desnudo se recostó boca arriba…
Me abalancé sobre su pija y me la metí en la boca…
Algo lo detuvo.
- Basta, por hoy esta bien.
Para provocarlo me quité el conjunto para que pudiera verme totalmente desnuda…
Se acarició la pija.
- Andate, por favor… mañana nos vemos.
Me vestí y me fui a casa.
Al rato de llegar volvió mi madre.
Conversamos.
Cenamos.
A eso de las diez de la noche sonó el teléfono.
Era él, conversó con mi vieja durante un rato largo.
Cortó.
Me sentí frustrada.
- Dice Alberto que mañana vayas unos hora más tarde, tiene alguna cosas que hacer.
- ¿Qué te dijo de mis estudios?
- Dice que vas muy bien, que no vas a tener ningún problema.
El lunes llegué a su casa como una mina resentida.
Se dio cuenta.
Sobre el sillón del living una gran bolsa.
La agarré, fui al dormitorio…
Tremendo… me di cuenta de lo que había crecido en esas dos semanas… un vestido de latex totalmente transparente… una botas que llegaban más arriba de mis rodillas… una pequeña tanga… todo en negro…
Cambié mi ropa… salí…
Tenía una cámara en sus manos… comenzó a sacarme fotos…
Me acerqué, me arrodillé entre sus piernas… abrió su pantalón…
Estuvimos más de tres años en pareja.
En los últimos tiempos hasta mi vieja había aceptado la situación…
Me dejó a mis dieciséis… por casualidad lo vi un día en Parque Lezama con una “nena” de unos trece o catorce años… recordé mis paseos… no lo odió… lo extraño…