Relato erótico titulado:
"Yo travbesti, mi mamá lesbi"

Relato erótico acerca de travestis, fantasias de transexuales y chicas trans enviado por Carlita

Había ido a visitarla a Diana, una traviesa con la que he estado 3 o 4 veces, me coje muy bien, y cuando quiero darle también le gusta. Estaba yendo a ducharme, y me dice "como me gusta tu culo, me encanta cojerte". Mientras yo me duchaba ella se lavó. Al volver al cuarto me abrazo de atrás, y me dijo al oído "todavía estoy caliente, quiero esa colita de nuevo". Yo ya tenia el resto de mi tarde organizada (medico, tramites, mecánico, etc.), así que no tuve mas remedio, le mande un mensajito a todo el mundo avisando que había surgido un imprevisto, y me dedique a darle el gusto a Diana. Cuando me estaba yendo me dijo que tenia ganas de juntar 2 o 3 amigas y enfiestarme "te imaginas 4 pijas para vos solito".

La idea me gusto y le dije que empezara a organizar la cosa. Un par de días después me paso el nombre de 3 amigas para ver si yo estaba de acuerdo. No había estado con ninguna, así que busqué en internet y las tres estaban buenas, mas activas que pasivas (es lo que me gusta) y tenían reputación de minas piolas y buenas cojedoras. Eran una pijuda (Lucy) y dos medias (Paula y Andrea), Diana es media tirando a grande y yo soy medio plus. Combinamos para el sábado al principio de la tarde. Llegue a la hora combinada, y, medio en serio medio en broma, fui bien provisto de gel, forros y viagra. A la entrada del edificio coincidimos con una de las invitadas, que al ver que ibamos al mismo depto me dijo "asi que vos sos el putito que nos vamos a comer, hmmm", y ni bien subimos al ascensor empezó a besarme y sobarme el culo. Cuando entre y vieron que llevaba viagra se cagaron de risa, "no tenias que preocuparte papi, ya vinimos todas potenciadas, no te va a faltar pija". Ya estábamos todos, y Diana había puesto una colchoneta grande en el medio del living, asi que ahí mismo me pusieron en bolas y empezaron a franelearme mal.

Besos, pellizcones y mordidas en los pezones, manos y dedos en mi culo, todo lo que uno se imagine, Andrea me hizo arrodillar y me metió la pija en la boca. Me tuvieron un rato chupando pijas y culos, mientras ellas hacían lo mismo conmigo, hasta que una dijo, "listo, ahora vamos a darle por el culo". Yo había pensado que la iban a dejar a Lucy para cuando ya me hubieran cojido un rato, y estuviera mas dilatado, pero no, "queremos Las imprecisas sensaciones percibidas desde mis primeras masturbadas, rápidamente quedarían esclarecidas un día de pajas reiteradas en qué, concretamente deseando verga, sin más trámites ensarté mi culo con las modestas dimensiones de una vela que inesperadamente me hicieron doler. Pero la inserción sacando a luz la hembra existente en algún lugar mío me obligaba continuar, alcanzando un orgasmo singular eyaculando verdadero semen por primera vez y sintiéndome mujer…

¡Ya nada volvería a ser igual! Disfrutando diariamente esa revelada inclinación, descubriría también la intensa sensación de sentirme penetrada por cosas más grandes, probando una infinidad de objetos y hortalizas para calmar mis crecientes ansiedades… Pero la carne es la carne, y una verga entrando y saliendo de mi culo, gobernada por otra voluntad sería mi obsesión, meditando largamente cómo hacer para vencer ignorancias, vergüenzas e indecisiones y lograr la tan ansiada iniciación.

Afortunadamente todo llega, una mañana saliendo de la ducha preparándome para la escuela, casualmente pasaría desnuda frente al espejo, deteniéndome intrigada observando cuál sería mi apariencia escondiéndome la verga entre las piernas entrecruzadas. El shock emocional fue impresionante, el espejo reflejó exactamente una nenita exacerbando mi alma de hembra caliente dominando por completo mi ser, incluyendo mi obnubilada voluntad con la busqué desesperadamente el consolador circunstancial de mi última pajeada: Una zanahoria que por su grosor exagerado, solo había utilizado la puntita, y lubricándola convenientemente sin notar dolor alguno totalmente me ensarté semejante vegetal, momentos en que mi madre extrañada por la tardanza, golpeándome la puerta me sacaría de semejante abstracción.

En realidad se hacía tarde, y vistiéndome con premura me crucé con ella a la salida tratando ocultar la turbación, mi culo dolorido que recién entonces percibí, y cuidando no delatar mi situación eludiendo cualquier interrogatorio que no sabría responder.

Ese día concurriría a la escuela como si nada me estuviera sucediendo, pero lejos estaría de ser así la paja inconclusa, y las sensaciones de culo palpitante provocando repetidas erecciones, me tenían totalmente alterada.

Promediando la jornada pensé en la paja aliviadora, y con esas intenciones me dirigí a los baños sin saber que mis movimientos estaban siendo escudriñados por un compañerito que sin ninguna otra expresión, muchas veces con “accidentales roces involuntarios” como lo hacían otros, vagamente demostraban no serles sexualmente indiferente. Pero ahora, en los disimulados cruces de miradas donde se notaba inequívocamente mi estado ardoroso, había decidido seguirme, y simulando utilizar los mingitorios se colocó al lado mío exhibiendo como al descuido su verga totalmente erguida. Inmediatamente sometida a un rapto de total excitación anulando toda prevención, en acto compulsivo tomándosela entre mis manos con un hilillo de temblorosa voz exclamé “¡qué verga deliciosa! ¿Te gustaría dármela por el culo?” confesándome entonces el malicioso murmullo general ignorado por mí, donde mencionaban “al putito de formas y maneras feminoides, que parecía tener ganas de coger” pero mi timidez y fingida indolencia ante “los casuales toqueteos” impedía que alguien me encarara…Ya no serían necesarias más palabras, en rápido entendimiento acordamos encontrarnos después de clase en un cuartucho, depósito de trastos viejos casi abandonado en los fondos de la escuela.

Y allí fue, totalmente desnuda evitando la paja por largas horas contenida, impaciente esperé a mi amigo que inopinadamente se presentó con otro más, y lejos de amedrentarme o disgustarme, anhelante me entregué a lo que surgiera, recibiendo un inolvidable polvo por el culo, mientras pajeándome locamente surgía el deseo imperioso de tragar golosamente todo el semen de la otra verga que mamaba.

La noticia de aquel acontecer, expandiéndose como reguero alentaría a los que hacía tiempo me tenían ganas terminando siendo cogida por todos ellos, donde algunos tomando fuertemente mi cintura tratando llegar a lo más profundo dejaban allí sus jugos, sin importar a nadie pegotearnos con el semen escurriéndose por mis piernas, mientras otros dándome de mamar me atoraban con su leche descargada directamente en mi garganta.


Después de ese diario regodear, transformada en la puta de la escuela, con el culo rebosando leche protegido por un paño para no gotear, y en la boca todavía el salobre de las múltiples mamadas, llegaba a mi casa excitándome pensar que por algunas horas estaría sola, y en mi dormitorio me entregaría a mis más alocados juegos solitarios hasta quedarme extenuada. Travestida con la excitante lencería sustraída a mi mamá, una hembra de formas armoniosas que apenas la sabía en la ducha, espiaba a escondidas pajeándome con el culo penetrado fantaseando que esa exuberante anatomía era la mía.

Con un breve baby doll semi-transparente de nylon negro, dejando traslucir los encajes del liguero también negro sosteniendo medias de igual color y material, me deleitaba frente al espejo mirando enajenada esa deliciosa conversión, aumentando mi lascivia viendo cuándo a horcajadas sobre grosores cada vez más audaces parados en el suelo, derramando el lubricante semen conservado adentro de mi culo, en oportunidades, trabajosamente finalmente me quedaban totalmente introducidos. Luego, los movimientos alternativos de arriba abajo propinándome la exquisita paja por los dos lados.

Ya ninfómana irreversible, siempre caliente cogiendo en el colegio incondicionalmente con cualquiera que se propusiese, más los cotidianos juegos solitarios en mí casa, muchas veces antes de dormir regresaban mis ganas de coger, especialmente si en la paja solitaria había tragado un mayor grosor, teniendo que esperar altas horas de la noche tratando evitar que alguna exclamación involuntaria fuera escuchada.

Así, mi rutina se hubiese mantenido inalterable indefinidamente, de no ser por la oportunidad en qué, esperando el momento propicio para lo mío, escuché los gemidos indudables del placer sexual provenientes del dormitorio de mi madre, que divorciada mucho tiempo y sin pareja conocida, la supuse otra pajera en soledad … Excitadísima ensartándome lo más grueso que me entró, sigilosamente me levanto para espiar cómo se lo hacía imaginando que mirado, copiaría sus maniobras y yo como mujer, las dos estaríamos en la misma cumbre del erotismo femenino.

Pero mi sorpresa fue mayúscula, en los momentos culminantes, echada en la cama haciendo “tijeritas” mi madre se encontraba enredada entre las piernas de otra mujer, luego incorporándose cuidadosamente se abrazaron besándose furiosamente entre los estertores del placer que se estaban prodigando. Luego dejándose caer rendidas en lados opuestos, respirando profundamente gimiendo de placer, desapareció dentro de ellas el consolador que en todo momento las mantuvo unidas, y calmosamente se quedaron dormidas.

… Ya en mi cama todavía conmovida por tal manifestación, bebiendo mi propio semen expulsado en cantidad excepcional, me reponía de la casi anoxia que me produjo tanta excitación, y como ellas, con todo colocado también quedé dormida.

Al día siguiente preparándonos el desayuno, saludé a mamá como si nada, cuándo aparece su joven parejita envuelta en el kimono que mi madre tenía antes de acostarse, justificando su presencia con el violento temporal desatado en la víspera “estando ella casualmente de visita”.

En casa no teníamos comodidades para huéspedes por lo que obligaría a las mujeres pernoctar en la misma cama, despertando tal vez en prolongadas abstinencias por lo menos en la que suponía yo, eróticas tentaciones. Esas serían mis íntimas razones para justificar una eventual irreflexión de mi mamá, de no ser por el refinado y seductor perfume que mi madre exhalaba desde su evidente desnudes bajo el kimono que ahora cubría a su amiguita Ese par de magníficas tortilleras ya lo tenían todo preparado.

Pensando en eso, sentí mi verga humedecer las intimidades de mi penda femenina, y sin aguantar más el lejano y formal trato entre las mujeres, exploté exasperada declarando lo presenciado entre ellas, agregando además morbosamente detallas todas mis experiencias de putona ante la turbación de las mujeres. Pero mi madre, solo tardó segundos en rehacer su compostura reseñando que hacía tiempo suponía mis inclinaciones, sospechas confirmadas plenamente un día que accidentalmente descubriera entre mis cajones su erótica lencería, un gran pote conteniendo vaselina, y una variedad de objetos con tamaños diferentes para usos indiscutibles, y por pruritos incomprensibles prefirió callar. Pero ahora “con todo aclarado entre nosotras” podríamos continuar cada una atendiendo lo suyo siendo solamente necesario guardar las apariencias ante los demás, pues ella era catedrática en un exclusivo colegio religioso, con fuertes restricciones ideológicas especialmente sexuales, y su portentosa amiguita una colega.

Sabiéndome liberada en mi casa de cualquier censura, poblé mi armario con lencería para mi talla incluyendo zapatos de tacones aguja, y travestida levemente maquillada con afeites de mi propiedad, peinando el pelo enmarcando mi rostro de manera particular, era realmente una excepcional putita caminando frente a los espejos gozando penetrada con un consolador, avivando mi lujuria hasta terminar en la consabida paja aniquiladora.

Sin que nadie todavía me hubiese visto travestida, excitadísima pensé lo bueno que sería agregar ese nuevo elemento a mi disfrute, por lo que propuse a mis amigos para el próximo encuentro, que esperaran mi señal dándome tiempo para prepararles una sorpresa…

Nunca imaginé que gozaría tanto vistiendo el recatado uniforme de las chicas, y que mis amigos no reconocerían en mí a la que diariamente tenían disponible, sumándome a la demencia general cuando en lencería y tacones, la mayoría encontró razones más que suficientes para tenerme por donde sea las veces que aguantaran, haciendo resonar en mis oídos susurros agitados ensalzando mis dotes de mujer. Ese día ignorando cuántos serían, sin parar ni siquiera para un resuello recibía enloquecida verga por todos lados, creándose tal alboroto alrededor del escondrijo que no tardó en ser notado por el portero de la escuela, un tipo de unos 40 años que vivía solo y nos sorprendió en plena actividad.

El desbande general fue inmediato, quedando sola y paralizada frente aquél hombre sin saber qué hacer, pero al ver sobar su enorme bulto en la entrepierna me tranquilizó un poco, más, cuando ordenó que vistiendo el uniforme colegial cambiando por mesura pública solamente los tacones, de inmediato lo acompañara a su casa, de lo contrario las autoridades del colegio conocerían mis andanzas.

No era necesario aquel chantaje, “abierta” a nuevas experiencias con solo pedírmelo ya era su esclava, así se lo hice saber, y superando lógicos temores iníciales a ser reconocida, finalmente travestida por esas calles, anduve como cualquier otra pupila que saliendo de la escuela iba de la mano en compañía de su padre, sin que nadie advirtiera mi verdadera condición, mucho menos suponer lo que ni yo misma sospechaba dónde terminaría aquel paseo.

Apenas traspasada la puerta de su dormitorio liberándome de la ropa de calle, respirándose una atmosfera de puro sexo exaltado empezó mi instintiva actuación. Desfilando frente al macho acentuando el balanceo de mis caderas caminando sobre mis tacones, el hombre salta sobre mí cuál fiera sobre su presa arrojándome sobre la cama besándome por todos lados con desesperación, pero percibiendo con su lengua introducida el sabor de mi boca mamadora, gritándome “¡putaaa!” levantó mi lábil camisón descubriendo los pálidos y minúsculos pezones para retorcerlos entre sus dedos estirándolos como queriéndolos arrancar para luego mordisquéalos y succionarlos dejando erecciones evidentes rodeadas por cárdenos chupones, mientras yo arqueada me dejaba hacer retorciéndome de placer.

Luego, bajando por mi vientre con sus besos, se enloquece ante la extremada suavidad de mi pubis cuidadosamente depilado, según técnicas espiadas en mi casa.

Ya totalmente transfigurado por su calentura, me tumbó boca arriba en el borde de la cama, acomodándome una almohada bajo mis nalgas levantó mis piernas exponiendo mi agujero colocándolo en ángulo perfecto para penetrar. Pero cuándo solícito trató lubricar mi entrada con vaselina en la punta de su verga, el semen que empezó a brotar de mi culo relajado, fue como expresarle demasiada perversión para su morbo y de un zaque me ensartó todo lo que tenía.

Mi alarido fue desgarrador, un dolor quemante taladraba mis entrañas y llorando pedí perdón implorando que cesara esa tortura, pero el macho lejos de escucharme, parecían ser mis gritos un acicate para darme con mayor furor, cuando de repente aparecieron los mismos sentimientos que gozaba en algunas inserciones, pero este dolor multiplicándose en cada movimiento, me elevaba a la exquisitez sexual jamás experimentada.

Ya consciente de lo que más me seducía abracé a mi macho, atenazando fuertemente su cintura con mis piernas emprendiendo un endemoniado movimiento a mis caderas, y el cálido torrente que en ruidosos borbotones inundaba mis más profundas intimidades no tardaría en llegar, mientras yo me desarmaba en el orgasmo provocado por tanto desenfreno y mi verga que se friccionaba contra su vientre…

Después de un largo e indeterminado tiempo de pacífico sopor, percibí a mi hombre masturbando levemente mi verga adormecida que inmediatamente reaccionó, pidiendo que hiciera lo mismo con la de él, pero yo lo quise mamar, y recién entonces caí en la cuenta en la bestia que tenía entre las piernas y que yo me la había tragado, jamás imaginé ni en mis más calenturientas fantasías que algo así podría existir, mucho menos que era tan puta y aceptaría semejantes dimensiones, instintivamente palpé mi culo, siendo perceptible un reborde alargado semiabierto quedando en mi mano un coloreado flujo seminal…¡Estaba rota... desgarrada!…¡Por fin realmente desvirgada! Me calentó ese pensamiento y empecé a pajearme nuevamente… Mi hombre al ver que todavía tenía ganas, poniéndome en cuatro apoyada en los codos, “mi concha” tremendamente dolorida espontáneamente abrió “sus labios” ofreciéndose otra vez ansiosa a semejante falo, y gritando de dolor cuando otra vez me penetró, llegamos con desesperación a otro final glorioso quedándome inmóvil totalmente quebrantada…

De regreso a mi casa con las piernas temblorosas casi negándose sostener mi peso, y los labios de mi concha inflamada que dolía al caminar, satisfecha recordaba lo realizado: A los 13 años de edad estaba totalmente rota, y a pesar de sentirme tremendamente dolorida, esa noche, muy viciosa, no pude contener la tentación de brindarme otra pajeada abriéndome hasta dónde jamás pensé que podría llegar.

Hoy a los 25 años de edad, mis tetitas y pezones naturales, desarrolladas utilizando un juguete de succión casi permanente, y el culo una vulva alargada que a todos enloquece y a mí también, aprovecho mi cuerpito de jovencita bien formada sin hormonas, para hacerlo muy rentable, pero más porque me gusta el sexo con locura en cualquier forma que me lo quieran proponer, incluyendo el fisting que gozando me hace morder almohada, pero ejercitando aún más el control de mis esfínteres para poder coger después, haciendo que los machos acaben dentro mío efectuándoles un suave movimiento de succión con mi vagina como si de otra boca se tratara...

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